lunes, 21 de noviembre de 2016

Tahar Ben Jelloun: El niño de arena

Idioma original: francés
Título original: L´enfant de sable
Traducción: Alberto Villalba
Año de publicación: 1.985
Valoración: Está bien


Hace unos días pude leer en la prensa un artículo sobre las ‘bacha posh’, niñas a las que en algunos lugares de Afganistán sus padres hacen pasar por varones durante su infancia para permitirles temporalmente el acceso a ciertos privilegios de los que carecen las mujeres. Por llamativo que sea, la práctica no parece ser tan excepcional cuando el marroquí Tahar Ben Jelloun fundó en ella, allá por los años 80 del siglo pasado y en un entorno geográficamente muy diferente, la que quizá es su novela más conocida.

Porque –lo han adivinado ustedes- el niño de arena es en realidad una niña. La notoria desigualdad entre hombre y mujer en el mundo musulmán da lugar a que la idea de no tener hijos varones constituya una especie de estigma, más allá incluso del efecto económico que pueden suponer los vástagos según sea su sexo. Ahmed es el nombre masculino que recibe esta niña, y será su único nombre. Su madre había dado a luz siete hijas, y el padre, sintiéndose humillado por ello, toma la decisión de que su octavo descendiente sea un hombre, por lo civil o por lo criminal. Habiendo nacido niña, Ahmed es vestida y educada como un muchacho, y el secreto se mantiene a ultranza en un círculo mínimo.

Pero, al contrario de lo que parece ser la práctica actual de este travestismo, en nuestra historia sus consecuencias no serán pasajeras –es decir, hasta la pubertad- sino duraderas e imprevistas. Con la edad, Ahmed empieza a ser consciente y asumir su paradójica situación, y decide continuar avanzando en ella, por curiosidad, tal vez por venganza. Como único varón a la muerte del padre, adquiere una posición relevante dentro de la familia, suscita la envidia y el resquemor de sus parientes, a la vez que comienza a plantearse preguntas fundamentales. Es el previsible conflicto interno entre su realidad física y su figura social, el cáncer de la mentira llevada hasta sus últimas consecuencias. Sobre este argumento, Jelloun tampoco deja pasar la ocasión para poner en tela de juicio normas y costumbres ligadas al credo musulmán, obviamente con mayor énfasis en aquellos aspectos relacionados con la marginación de la mujer.

Sin embargo, la auténtica seña de identidad del relato se encuentra más bien en su forma. La historia adopta desde el primer momento un tono poético y simbólico, conducida por un narrador callejero que la expone en la plaza pública. Esta perspectiva entronca desde luego con ciertas tradiciones orales árabes, y resulta sugestivo, envolviendo la narración en un halo de leyenda. Disponemos enseguida de una segunda fuente, que es un supuesto diario de Ahmed, que aporta sensaciones subjetivas que ilustran la evolución de la protagonista. Pero pronto surgen nuevos intervinientes que interrumpen al narrador con versiones a veces cuestionables; y el repertorio se amplía a antiguos oyentes del relato, que improvisan diferentes desenlaces a la historia inconclusa, hasta que un viejo trovador asume la tarea en el tramo final.

De forma que tenemos voces diversas, y fuentes auténticas y apócrifas mezcladas, lo que constituye un planteamiento coral, con diferentes puntos de vista, en principio sumamente atractivo. Pero desgraciadamente creo que el autor no consigue manejar bien todos estos materiales. La dispersión consigue en parte generar ese eco de cuento legendario, pero a cambio la potente historia de Ahmed va quedando disuelta, desactivada, tragada por el protagonismo de sus propios narradores.

La fragmentación y la multiplicidad de perspectivas genera así confusión, de manera que lo que podían ser los dos grandes objetivos del relato quedan, al menos parcialmente, frustrados: la dura historia de la niña pierde contundencia (como denuncia, como prospección psicológica, como se quiera ver), y el interesante juego de voces complementarias/contradictorias no termina de sonar integrado al servicio de una idea clara.

Así que tenemos un libro construido sobre un buen argumento y con una atractiva propuesta formal que no carece de elementos interesantes, pero que, si subimos un tanto el listón de la exigencia, se queda quizá en tierra de nadie. Denuncia, prospección psicológica, aire de relato ancestral, tal vez demasiados ingredientes para una mano que no demuestra suficiente solvencia para hacerlos funcionar. Pudo ser un libro deslumbrante y se quedó en una amalgama en la que se atisban cosas, pero que no fragua en algo realmente importante.

También de Tahar Ben Jelloun en ULAD: El retorno

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero esto que essssss! Jajajaja

Rebeca dijo...

La historia prosigue en La noche sagrada, novela que me parece más lograda que la anterior.

Carlos Andia dijo...

Gracias por tu opinión, Rebeca. Por mi parte, me apetecería probar de nuevo con Jelloun, pero me parece que tendrá que esperar.

Saludos!

Marcela dijo...

Hola! Recomiendo ampliamente el libro de
“Tahar Ben Jelloun
"El islam explicado a nuestros hijos”
Saludos

Carlos Andia dijo...

Vaya, por lo que comentáis parece que mi elección fue la peor de las posibles, pero me alegra saber que hay otras obras mejores del mismo autor.

Siempre bienvenida, Marcela, gracias por el comentario.

Anónimo dijo...

¡Bendiciones!

Es una pena que se haga esto con las niñas, pero no es la única cultura en la que se maltrata a las niñas pues en el llamado "mundo civilizado" tampoco "cantamos mal las rancheras" (una frase que se dice en México cuando se quiere decir que "hacemos lo mismo", aunque en otros modos). Parece un buen libro qué leer.

¡Bendiciones abundantes!

Carlos Andia dijo...

Efectivamente Marlen, la que presenta el libro es una de las variadas atrocidades que se cometen contra la mujer.

Gracias por tu opinión.