sábado, 12 de marzo de 2016

Jorge Manrique: Coplas a la muerte de su padre

Idioma original: español
Año de publicación: 1.476?
Valoración: Imprescindible


Vaya por delante que la poesía no es ni mucho menos mi fuerte. Tuvo su momento, la disfruté y luego esa etapa pasó, quedándome con algunas cosas maravillosas, casi todas de la poesía española de la primera mitad del siglo XX, y algunas delicatessen de otras épocas. Entre ellas, ésta que traigo ahora al blog. 

Jorge Manrique nació a mediados del siglo XV y dedicó la mayor parte de su vida a guerrear, como era menester en cualquier caballero castellano. Esto le otorga, desde mi punto de vista, un mérito añadido a su talento: imagino que es más fácil escribir versos estando horas perdidas mirando las nubes y los pajarillos que hacerlo en ratos sueltos, justo tras haber salvado el pellejo cruzando los aceros en una batalla. Pero también podría ser al contrario, quién sabe.

Porque parece ser que este señor no era lo que hoy llamaríamos un poeta a tiempo completo, sino que escribía cosas un poco a salto de mata, según se le iban ocurriendo, y por el puro placer (o necesidad) de expresar sus sentimientos. Así que, según compruebo en la venerable edición de Cátedra -que incluye todo lo que escribió-, su obra poética es bastante reducida, en su mayor parte de temática amorosa o ligeramente burlesca. Cosas que, sinceramente y sintiéndolo mucho, no me interesan para nada.

Pero Manrique escribió también una cosa brutal: las Coplas a la muerte de su padre, una de esas obras que quedan grabadas a fuego, casi seguro en la memoria, pero sobre todo en el corazón. Y no ya por su calidad literaria (métrica, rima, estructura), que no me siento capacitado para valorar, sino por su carga emocional. En mi caso, en la profundidad de esa huella influye seguramente el hecho de haber leído las Coplas por primera vez de joven, momento apropiado para que hiciesen diana la sencillez del mensaje y un asunto sensible como la pérdida de un familiar; pero después lo he recuperado en varias ocasiones, y el efecto, aunque distinto, ha sido de similar envergadura.  

Don Jorge escribe la elegía con profundo dolor por la desaparición de su padre, el maestre Rodrigo Manrique, por lo visto a causa de una cruel enfermedad. Es muy probable que casi todo el mundo conozca cómo empiezan los versos (aquello de 'Recuerde el alma dormida…'), o ese 'cualquiera tiempo pasado fue mejor', que se ha hecho célebre durante siglos, aunque no siempre bien interpretado.

La primera parte se dedica a reflexionar sobre la vida y la muerte, con el tono de envidiable sosiego y entereza que Manrique transmite a lo largo de todo el poema. Utiliza la metáfora de los ríos (las vidas) que tienen su fin inevitable en el mar (la muerte), y añade algunas cosas llamativas:

Allí los ríos caudales
Allá los otros medianos
Y más chicos,
A llegados son iguales
Los que viven por sus manos
Y los ricos.

Y redondea cómo a los señores y poderosos

Así los trata la muerte
Como a los pobres pastores
De ganados.

Bueno, no es que Manrique fuera un peligroso izquierdista, los versos tienen un significado más bien religioso, pero no dejan de sorprender estas cosas dichas en el siglo XV. Y, lo mismo que hace respecto a los dineros, insiste en esa perspectiva de restar importancia a aquello que tanto valoramos en vida: la belleza, la juventud, las tierras, incluso los honores, cosas que se esfuman con la muerte sin dejar rastro,

Pues se va la vida apriesa
Como un sueño.

(acaso nos suena a Calderón, dos siglos más tarde?)

En realidad, esta primera parte es la expresión lírica de una idea recurrente en el cristianismo (y adoptada con más fidelidad por la doctrina católica), aquello de 'vanidad de vanidades', y las Coplas lo van adornando con sucesivos ejemplos, siempre con su estilo sencillo y cercano. Se diría que los versos no surgen de una mano especialmente virtuosa, sino de un tipo normal que dispone del don de expresar su dolor con una belleza natural.

Cierto que luego se explaya con un amplio repaso a diversos hechos de armas y personajes históricos -un cierto ejercicio de erudición-, a los que va aplicando la sentencia inexorable de verlos reducidos al polvo. Supongo que esta parte tendrá más interés para un estudio más académico, pero a nivel lector, digamos que pierde algo de fuelle. 

Sin embargo, lo recupera en la parte final, y de qué manera, cuando narra la muerte del padre, poniendo énfasis en su persona y su fe religiosa. Las últimas estrofas resultan realmente emocionantes, con una especie de retrato del lecho mortuorio muy impactante, siempre construido a base de sencillez. Pero para no cansar a los amables lectores –que ya veo gestos de apercibimiento en el palco-, me quedaré con los últimos versos, que creo que son las palabras más bellas que pueden dedicarse a un ser querido que nos ha abandonado:

Que aunque la vida perdió 
Dejonos harto consuelo 
Su memoria

Es difícil encontrar palabras más profundamente reconfortantes como colofón a un poema sobre la muerte. 

Son sólo cuarenta estrofas, se tarda sólo un ratito en leerlas y bien merecen esa pequeña dedicación. Y bueno, para qué quieren ustedes más, ni siquiera hay que comprar el libro, está en mil sitios de internet y, si nos ponemos, el gran Paco Ibáñez hizo una memorable versión reducida, con el mérito de captar inmejorablemente el tono de las Coplas.

4 comentarios:

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.) dijo...

Hay una estrofa en las Coplas manriqueñas que a mí me gusta mucho y cuyo significado es, en parte, un tanto enigmático. Me refiero a:

Pues si vemos lo presente
como en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente
daremos lo no venido
por pasado.

"Daremos lo no venido por pasado". O sea, daremos por pasado (por sucedido) incluso aquello que nunca ocurrió. ¡Y eso lo decía alguien en plena Edad Media! Genial.

Carlos Andia dijo...

Desde luego, da para elucubrar un buen rato. Es un juego de conceptos que recuerda un poco a Góngora. Yo creo que son autores a los que el ingenio les hace ser modernos, y por eso mismo se convierten en clásicos.

Muchas gracias por vuestro comentario.

Anónimo dijo...

Amancio Prada ha musicado y cantado las Coplas enteras. Os lo recomiendo.

Carlos Andia dijo...

Pues no conocía esa otra versión musical, pero me pongo a ello.

Gracias por la recomendación. Un saludo.