lunes, 28 de septiembre de 2015

Colaboración: La novela de la no-ideología de David Becerra Mayor

Idioma original: español
Año de publicación: 2013
Valoración: decepcionante

“Tierradenadie ediciones publica libros que no son mercancías”, me informa la contratapa de La novela de la no-ideología. Introducción a la producción literaria del capitalismo avanzado en España. La compré hace unos días en Amazon y publiqué el respectivo unboxing en una red social.

La novela de la no-ideología tiene tantas buenas intenciones, al menos, como para empedrar el camino al Infierno. Y es impiadoso, va a saco. De Anatomía de un instante, por ejemplo, dice que es “un ensayo de escasa calidad literaria que no hace más que repetir las lecturas realizadas por el autor sobre la Transición, sin aportar nada nuevo al conocimiento científico del tema”. De las novelas “españolas actuales”, las posmodernas, dice que son un “operador privilegiado de transmisión y legitimación ideológica [del capitalismo avanzado]”. A mí, personalmente, me cuesta creer que Juan José Millás o Lucía Etxebarria publican “operadores privilegiados” de transmisión ideológica, la verdad.

El autor no pretende ser original en el sustento teórico de su ensayo. En este sentido, un lector interesado en el tema no puede sorprenderse por la bibliografía y descripciones del estado de cosas actual que ocupan las primeras páginas: capitalismo avanzado; Hegemonía; cosificación; “fin” de la Historia; invisibilización/privatización del conflicto; muerte de los grandes relatos. El mundo en el que vivimos. La no-ideología es imposible, porque todo es ideología, todo es política. El que dice que es apolítico siempre es el conservador. Así funciona la Hegemonía. Y hasta acá, todo bien, ninguna queja.

Pero el problema es cuando uno se pregunta qué le aporta este ensayo al lector que no está interesado en el tema. O que no está convencido. No me cuesta trabajo imaginar al típico posmo leyendo este libro, sonriendo de costado, demasiado de vuelta de todo para tomarse la molestia de sentirse incrédulo, y musitando “qué pelotudez”.

No sé si tendrá motivos, pero sí argumentos.

Y uno muy poderoso será que, a pesar de que el autor denuncia aquí y allá cosas como las “lecturas unívocas” de la realidad de las novelas analizadas, él no hace otra cosa que ofrecer su propia lectura unívoca de esos mismos textos. Así pues, los privilegiados operadores que analiza, siempre de los siempres, narran “[una] literatura sin conflictos”, “explicaciones psicologistas” de personajes que cometen la osadía de solucionar sus problemas personales sin solucionar los del mundo mientras tanto, “[excluyendo] toda forma de [la] política y [lo] social”, etcétera. Pero… ¿el lector no pintaba nada? ¿No habían dicho algunas cosas sobre ello, muy a cuento, tipos como Eco o Sartre?

Que les den a Sartre, a Eco y a los lectores. Los operadores privilegiados no son cirujanos, son carniceros. Como Jack el Destripador. Y es que de eso se trata editar libros que “son herramientas para la transformación social”, que hay que hacer crítica a martillazos. Y, por supuesto, que le pregunten a otro qué efectividad pueda tener publicar una “herramienta para la transformación social” que sólo puede convencer a los convencidos.

En este ensayo la novela posmoderna no es más que un “operador privilegiado de transmisión y legitimación ideológica”. En La novela de la no-ideología no hay lugar para el claroscuro, pero sí para la sombra. Para la que oscurece cualquier resquicio al debate o a la duda. ¿Qué puede pensar mi posmo de un libro sobre la posmodernidad en la que no hay lugar para la duda, sólo para la arenga?

Si mi posmo vuelve a murmurar “qué pelotudez”, no hará más que ser casi tan despiadado con David Becerra como él lo ha sido con los autores y textos objetos de su estudio.

Firmado: Fernando Daniel Bruno

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece que el autor de la reseña no ha entendido nada o ha leído la obra con demasiados prejuicios ideológicos. Una pena...

Santi dijo...

Hombre, me parece un poco tramposo decir que si alguien no está de acuerdo con un libro así es porque "no lo ha entendido" o "tiene demasiados prejuicios ideológicos". A lo mejor es que simplemente no le ha convencido la argumentación del libro, ¿no?

A mí me pareció bastante convincente el planteamiento de David Becerra Mayor, y coincide con un diagnóstico general de despolitización de la cultura española después de la Transición, y sobre todo en la relectura posterior de aquella Cultura de la Transición. Solo hay que ver cómo la Movida, que tuvo muchos elementos contraculturales y subversivos, y que no se limitó a Madrid, ha terminado por ser identificada con los elementos más comerciales y asumibles como objetos de consumo.

Es precisamente ahí donde le veo el mayor problema a La novela de la no-ideología: a que plantea el problema de la no-ideología como un problema de los creadores, y no tanto de la circulación cultural. Me refiero: a lo mejor Marías, Cercas, Rosa Montero y compañía son los representantes canónicos de la literatura española actual precisamente por ser aproblemáticos y (aparentemente) no-ideológicos...

Por otro lado, a toda argumentación como esta se le podrían presentar contraejemplos: Goytisolo o Chirbes, por ejemplo, creo que encajan mal en este esquema que se quiere aplicar a toda la literatura española actual...